La nueva temporada en la estación de esquí estaba prevista para comienzos de diciembre de 2018. Al menos, así lo anunciaban desde la prensa provincial el 4 de octubre de 2018, asegurando: «La Covatilla abrirá en el puente de la Constitución». De esta manera, se hacían eco de las ineptas conjeturas del equipo de Gobierno del PP, actual gestor de las instalaciones municipales.
En todo ese mes no cayó ni un sólo copo del valioso elemento blanco para el deporte de invierno. Hemos continuado igual durante el largo enero, con la presencia mínima del esencial grumo alvino de forma natural y mucho artificial pretendiendo paliar esa ausencia con el sucedáneo. Llegó febrero permaneciendo estancados con la misma situación, y seguimos con una segunda quincena marcada por la ausencia de nieve y por un ascenso término notable en las horas diurnas.
Esto se veía venir, y va a ir a peor. 2017 fue, hasta ahora, el año más cálido en España y el segundo año más seco desde el inicio de la serie en 1965. Las precipitaciones de nieve son cada vez más escasas y las temporadas son cada vez más cortas. Estudios recientes prevén un aumento de la temperatura media de unos 2 ⁰C de cara a 2050. Y por si alguno no se ha dado cuenta, La Covatilla se encuentra en el Sistema Central con la media más baja de días de esquí según los datos de la Asociación Turística de Estaciones de Esquí y Montaña (ATUDEM).
Las precipitaciones en forma de nieve han descendido un 2,5% cada década desde 1950 y la cota de nieve se ha elevado. El turismo de nieve es, por lo tanto, un sector cada vez más vulnerable a los cambios climáticos.
La Organización Meteorológica Mundial (OMM) revela que “la temperatura media mundial en superficie durante 2017 superó aproximadamente en 1,1 °C a la de la era preindustrial”.
Nos vendieron la panacea con la famosa ‘locomotora de la economía’ que se ha quedado finalmente en un obsoleto tractor gripado de la postguerra. La estación de esquí lleva funcionando casi 2 décadas. Crea trabajo, sí, pero ¿de qué manera?
Sin entrar en las remuneraciones monetarias, la temporalidad es una de sus lacras. Algunos afortunados (contandos con los dedos de una mano), ahora que la gestión es municipal y antes con la empresa, tienen el privilegio de devengar una nómina mensual durante todo el año. La inmensa mayoría de trabajadores menos agraciados, se conformarán con un contrato laboral por la temporada (3 meses de media) y como mucho. Y para alguno, incluso, su ganancia dependerá directamente de los días la apertura, o no, de las instalaciones. Cuestión desastrosa este año, por cierto.
Así es la vida, así es el cambio climático, así es poner todos los huevos en una sola cesta.
Por otra parte, y por si esto no fuera suficiente, la comparativa objetiva es simple con las frías cifras en la mano:
Como termómetro de la actividad económica en Béjar podríamos tomar de referencia el mercado inmobiliario:
Con estos datos, cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de la cruda realidad. ¿Cualquiera? Quizás alguno con mentalidad obtusa insistiría en denominar ‘locomotora de la economía’ a la estación de esquí.
Un demostrado débil canasto, manifiestamente incapaz y más perecido a un pozo sin fondo, donde el mismo político (ahora también supuesto gestor) se empeña año tras año en sepultar los escasos recursos financieros de la ciudad, de la provincia y de la región. Para ese pozo sin fondo irá destinado el 43% del Plan de Reindustrialización aprobado por la Junta de Castilla y León (3 millones de euros). A esto se suma también el millón prometido por la Diputación y el medio millón de euros apalabrado por Riñones. Es decir: Una ‘inversión’ de 4,5 millones de euros de dinero público para unas instalaciones temporalmente funcionales, palmariamente infructuosas, y absolutamente dependientes de la climatología.
Todo esto sin contar con la ingente cantidad de dinero invertido antes de sus inicios, ni los pleitos judiciales entre el anterior ‘jefe’ y el actual. En ambos casos, pagados de una o de otra manera por todos los bejaranos.
Antes que continuar tirando el dinero público en ese pozo sin fondo, donde hemos constatado que no funciona, se deberían evaluar otras alternativas para la reindustrialización de Béjar con ideas nuevas, y desterrando de por vida el ‘cortoplacismo’ paleto de estos últimos 20 años. La Covatilla está bien como un recurso más, pero nunca debería ser el principal. No se puede basar toda una economía local sólo en el turismo, y menos apostando all in en una instalaciones subordinadas a unas condiciones atmosféricas muy determinadas, vendiendo turismo de nieve sin nieve.
La obcecación del PP en Béjar, reincidiendo en los mismos proyectos fracasados y anquilosados desde hace décadas, perjudica notablemente el futuro de Béjar.