- Requisito a cumplir: Que el Visir Riñonces fuera nombrado responsable de todo lo referente al asunto tratado
JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ CELADOR | Secretario General de la Asamblea Socialista Bejarana y Concejal del Grupo Municipal Socialista
Hace algún tiempo (no demasiado), existía un pequeño y maravilloso reino, incrustado entre verdes montañas, que llevaba décadas sufriendo una terrible crisis que amenazaba con acabar incluso con su propia existencia. El reino llevaba gobernado un cuarto de siglo de forma casi ininterrumpida y con mano de hierro por el visir Riñonces I. Quiso el pueblo que, después de unas elecciones y pactos entre varias facciones, el sillón del Reino lo ocupara por vez primera una dama, Doña Lena.
Poco antes de la llegada de Doña Lena, y al llamado de ciertas subvenciones, llegó al reino un Emisario que decía hablar en nombre de varios empresarios Catanicios, pueblo conocido y admirado por su buena visión y su buen hacer empresarial. El Visir Riñonces y el Emisario se reunieron en varias ocasiones, y justo antes de las elecciones del Reino, dieron a conocer grandes proyectos a desarrollar, que ayudarían a salir de la crisis a la ciudadanía.
En cuanto Doña Lena y su equipo asumieron el poder, y después de solucionar algunos asuntos perentorios, llamaron de forma inmediata al Emisario y concertaron con él una entrevista, ansiosxs por conocer las buenas nuevas que de Catanicia traía.
A aquella reunión asistieron Doña Lena y dos miembros de su gobierno, lxs representantes de los dos grupos que apoyaron su investidura y el propio Emisario, que comenzó a desgranar varios de aquellos proyectos que, según sus propias palabras, todos ellos eran “no sólo rentables, sino TREMENDAMENTE RENTABLES”. Ello agradó sobremanera a todas las personas que asistían a la reunión, que empezaron a hacer preguntas concretas sobre su viabilidad, permisos, licencias, financiación, etc… Esto no pareció gustar mucho al Emisario que, para finalizar la cumbre, extendió un papel boca abajo a cada unx de los asistentes (como en una mala película), mientras concluía: “estas son las condiciones para seguir con los proyectos”. Dicho papel contenía un requisito a cumplir: Que el Visir Riñonces fuera nombrado responsable de todo lo referente al asunto tratado. Su argumento para ello fue que era una persona del agrado de los inversores, muy capaz, muy conocedora y muchos más calificativos favorables.
Como puede entenderse, la reunión en aquel momento cambió de signo. Se mantuvieron a duras penas las formas, y Doña Lena, diplomática, se dirigió al Emisario para decirle que consultaría con su gabinete y le respondería, a lo que el Emisario contestó: “llámeme sólo si es para decirme que acepta la propuesta”. A pesar de la respuesta, Doña Lena le manifestó que el nuevo equipo de Gobierno estaría siempre dispuesto a apoyar cualquier iniciativa empresarial que pudiera ser beneficiosa para la ciudadanía.
El que esto escribe, asistente a la reunión, se hizo en la misma y se hace ahora varias preguntas y reflexiones:
– ¿Qué autoridad cree tener una empresa privada para, de forma abierta y con total sensación de impunidad, exigir a un gobierno legítimamente constituido el nombramiento para un cargo público de una persona en concreto, y de su propia elección?
– ¿Cómo admitiría esa empresa que, por ejemplo, Doña Lena le exigiera el nombramiento como consejero delegado de la misma a quién ella quisiera?
– Seguro que el motivo de su exigencia es que tienen al Visir Riñonces en altísima estima, pero no es menos cierto que, si el motivo real fuera otro, el argumento sería el mismo. Seguro que no iban a afirmar abiertamente que lo querían en ese puesto, por ejemplo (y seguro que no es así) porque lo consideran manipulable, o porque hubiera acuerdos previos inconfesables.
– ¿Alguien puede creer que los empresarios serios, ante una inversión que consideran TREMENDAMENTE RENTABLE, la abandonen por el simple hecho de tener como interlocutora a una persona y a un equipo que no conocen y que, por tanto, puede tener las mismas o mejores capacidades que el anterior?
En fin, que los hechos antes relatados nos dejaron una especie de resaca de incredulidad y de preocupación que aún perdura. Nos da la sensación de que hay algún aspecto que se nos oculta o que no sabemos ver. Pero tal vez esa sensación sea tan solo cosa nuestra. Por cierto ¿cómo se decía “cosa nuestra” en italiano? Ahora no me sale.