La cultura une, a través de vericuetos imprevisibles, a aquellas personas que la aman. Puede ser que sea la sensibilidad hacia las palabras escritas, o la recreación en la música, o el gusto hacia los colores de la pintura, o la rotundidad de las formas escultóricas, o la admiración de los bloques arquitectónicos.
Tiempo de sementera, editado por la Diputación de Salamanca, es un libro que siembra, que crece, que recoge. Que crea lazos entre escritores y artistas, entre aquellas personas que sienten que el pasado es presente y futuro.
Ayer la escritora Charo Alonso y la artista Carmen Borrego vinieron con muchas ganas a Béjar a presentar Tiempo de sementera, de la mano del Centro de Estudios Bejaranos. A la segunda va la vencida y el Casino Obrero las esperaba con las puertas abiertas, como desde su fundación siempre ha hecho con escritores y músicos, profesores y médicos, artistas y paisanos en general, socios y foráneos, que se han sentido arropados entre sus muros desde aquel día de 1881 en que fue fundado. Esa era la idea primigenia: divertir, entretener, aprender, escuchar, compartir.
Después de descubrir la magnífica biblioteca de esta institución cultural, comenzó la presentación del libro con unas palabras de introducción de Francisco García Mesonero, presidente del Casino, al que siempre agradecemos la acogida que nos brinda.
La magnífica voz de Félix Nieto Ballestero trasladó a los presentes tres de las piezas escritas por Charo Alonso, mientras en el proyector admirábamos los dibujos a plumilla y lápiz de Carmen Borrego que ilustran cada evocación. Y entre una y otra lectura la escritora y la artista nos trasladaban las ideas plasmadas en el papel. Vivencias del pasado que huyen de la nostalgia para crear un poso común, la de aquellos pequeños hechos que un día experimentamos con nuestros abuelos y que siguen flotando en nuestra memoria. No son estas piezas tristes, sino la materia de la que se forja el presente y con el que se crea el futuro.
El aire decimonónico que destila Tiempo de sementera no es fortuito, sino buscado por las autoras, tanto en las piezas costumbristas, a caballo entre el Romanticismo y el Realismo, como en los dibujos sencillos y en blanco y negro, a modo de grabados, de Carmen Borrego. En cada una de sus páginas se hace notar la estrecha y larga relación de amistad entre las dos, aunadas en torno a estas vivencias cotidianas de una niña rural (Charo) y una niña de barrio (Carmen), guardadas en el fondo del recuerdo y que hoy resurgen con el cariño que dan las vivencias compartidas.
Charo Alonso nos habló de su padre y de los ratos que pasaba de niña leyendo entre los trajes y abrigos de Vertex mientras su progenitor arreglaba las máquinas de coser. O los almuerzos en Béjar de paso entre Extremadura y Salamanca. Los recuerdos nos unen y el amor por la cultura crea un poso común de vivencias y objetivos, de proyectos futuros y de ganas de más. Y se habló de la España vaciada, y del hospital de Béjar, y de la larga calle Mayor y sus mercerías, y del campo y las estaciones, y del privilegio de vivir en una ciudad pequeña, y de la verde campiña bejarana, y de la búsqueda de un futuro en torno a la cultura, que lo da todo, que acoge a todos, sin esperar nada a cambio.
Prometieron volver con más simiente, y nosotros, tierra de artistas y escritores, de músicos, las recibiremos de nuevo con los brazos abiertos.
Texto: Carmen Cascón Matas
Fotos: Enrique García Periáñez