DestacadosEditorialPortada

Editorial 519 | Del insulto al descrédito

  • Martín (PP) crispa igual en la oposición que en el gobierno

El reprobado y cesado Luis Francisco Martín (PP) no entendió nunca que gobernar exige mesura, respeto y palabra. Creyó, en cambio, que se podía dirigir un ayuntamiento como quien se impone en una taberna, a golpe de amenaza, sin escucha, sin razones, solo con la fuerza bruta del grito. Su actitud al frente del consistorio de Béjar, hasta la moción de censura que acabó por derribarlo, no fue la de un servidor público, sino la de un hombre que confundió el poder con el derecho a humillar.

El último episodio lo confirma, si es que hacía falta más confirmación. Durante una comisión informativa, tras una discusión con el edil Javier Garrido, no dudó en rodear la mesa, alzar el tono, acusar sin pruebas, insinuar corruptelas, y rematar con una frase que retrata más que cualquier programa de gobierno: «De una hostia te sale pelo». Y por si no bastara, añadió el insulto innecesario, la vulgaridad gratuita, la muestra perfecta del nivel en el que se mueve: «Baboso de mierda, vete a Turquía».

Todo esto ocurrió en un espacio institucional, en presencia de otros cargos públicos, sin una pizca de vergüenza, sin conciencia del lugar, del cargo, del daño. No fue una salida de tono aislada, no fue un calentón. Fue la culminación de una forma de ejercer la política que ya había dado señales preocupantes en el pasado, o cuando, en la comarca se viven episodios similares protagonizados por ediles del PP contra representantes del PSOE. El patrón no es nuevo, es reiterado, constante y profundamente tóxico.

Martín (PP) fracasó como gestor y ha fallado estrepitosamente en lo esencial, en representar con dignidad a los ciudadanos. En lugar de aportar argumentos, ha ofrecido ataques personales; en lugar de propuestas, ha sembrado enfrentamientos; en lugar de buscar consensos, ha cultivado enemigos. Su reacción tras la moción de censura no ha sido la de un político que acepta con deportividad el cambio democrático, sino la de un hombre herido en su ego, incapaz de distinguir entre lo público y lo personal, y dispuesto a arrastrar a todos con él en su caída. Lo que hizo Martín (PP) es violencia simbólica, verbal e institucional. Y lo más grave es que lo hizo con total naturalidad.

Béjar no puede permitirse este nivel de deterioro democrático. No necesita más gritos ni más testosterona disfrazada de liderazgo. Necesita acuerdos, ideas claras, manos limpias y cabezas frías. Y, sobre todo, necesita representantes que sepan perder sin insultar, discutir sin vejar y gobernar sin miedo a compartir el poder.

La moción de censura fue una defensa elemental de la dignidad institucional. Y si queda algo de sentido común en el Partido Popular local, deberían marcar distancia de una vez con quien lo ha manchado hasta la saciedad.

Esta web utiliza cookies propias para su correcto funcionamiento. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.Ver
Privacidad