Opinión

Las ridículas «restauraciones» perpetradas en El Bosque de Béjar

  • Una sarta de intervenciones ridículas y patosas, obra de aficionados y oportunistas

JOSÉ MUÑOZ DOMÍNGUEZ

Lejos de esconder las tropelías ejecutadas en el BIC-Jardín Histórico El Bosque, en Béjar (Salamanca), sus responsables políticos sacan pecho con una jornada de puertas abiertas, en plena campaña electoral, para exhibir lo que consideran pura maravilla y en realidad no es más que una sarta de intervenciones ridículas y patosas, obra de aficionados y oportunistas, que perjudican seriamente la autenticidad de este Jardín Histórico único en España.

Las intervenciones tristemente ejecutadas y exhibidas en esta jornada constituían evidentes atentados contra la integridad y la autenticidad de El Bosque ya en fase de proyecto, cuando desde la Plataforma para la Defensa de El Bosque (PDBB) y el Grupo Cultural San Gil se advirtió al Órgano Competente, en medios públicos y mediante escrito perfectamente argumentado de fecha 8 de febrero de 2018 (ver documento anexo en PDF), y todavía se estaba a tiempo de impedir el desastre y de malgastar dinero público en semejantes despropósitos. Las autoridades ni siquiera acusaron recibo de la advertencia y siguieron a lo suyo para permitir que el alcalde de Béjar siguiera apuntándose tantos electorales ante una ciudadanía generalmente acrítica y para que siguieran medrando los mismos técnicos que llevan años destrozando esta villa de recreo singular: y todo a costa del dinero del contribuyente.

En un BIC-Jardín Histórico como este no se puede intervenir inventándose jardines de diseño contemporáneo como el que han incrustado en el espacio norte del palacete. La leyes de Patrimonio lo dicen muy claro: «Se prohíbe también toda construcción que altere el carácter de los inmuebles a que hace referencia este artículo o perturbe su contemplación» (artículo 19.3 de la LPHE / 1985), así como «todo aquello que impida o menoscabe la apreciación del bien dentro de su entorno. […] Se prohíbe también toda construcción que pueda alterar el volumen, la tipología, la morfología o el cromatismo de los inmuebles a los que hace referencia este artículo o perturbe su contemplación» (artículo 41 de la LPCCyL / 2002).

Además, antes de intervenir se debe conocer la bibliografía específica disponible, la documentación de archivo y las características del lugar, algo que desde luego no se ha considerado en el proyecto, donde no aparece por ninguna parte bibliografía actualizada, ni los datos de 1577, 1583, 1753 y 1777-1778 sobre el jardín original, ni se han tenido en cuenta las líneas compositivas que determina el espacio, el edificio y otras estructuras asociadas. Todo esto lo saben los responsables del Servicio Territorial de Cultura de Salamanca y el Director General de Patrimonio en Valladolid, pero les importa un comino.

Por cierto, tanto el Director de Patrimonio como el alcalde de Béjar recibieron el ofrecimiento escrito de una de las mayores expertas en jardines históricos de nuestro país, Consuelo Martínez-Correcher (recién galardonada con la Medalla al Mérito a las Bellas Artes por su trayectoria profesional en favor de los jardines): nuestros responsables ni siquiera respondieron al generoso ofrecimiento, lo que no sólo demuestra su desprecio por la posibilidad de contar con tan impagable asesoría, sino una absoluta falta de educación que les hace indignos del cargo que ocupan.

Otra de las desvergüenzas que desacreditan estas obras es su duración: la ejecución del infame jardincillo frente al palacete se estimaba en tres meses en noviembre de 2017, cuando comenzaron sin el preceptivo permiso de un Órgano Competente que tan incompetente se ha demostrado, y han durado hasta esta campaña electoral de 2019, o sea, 15 meses extra a costa de Juan Pandero: ¿cuántos jornales de más nos ha costado esta nueva «medalla» del alcalde?

No menos grave es la inconsistencia de los proyectos ejecutados: el del jardín norte, tan torpe y diverso como falto de inspiración, en el que el autor, un recién llegado al mundo de los jardines, se complace en sus pequeñeces y las impone por encima de las cualidades del lugar; y en relación con el del invernadero, contra el que también se han dirigido escritos y notas de prensa, es inadmisible que, ante el supuesto valor de una construcción de hierro muy tardía, datada en 1878, se renuncie a recuperar parte de la estructura viaria del diseño renacentista original (la rampa de comunicación entre la huerta baja, el jardín de cuadros y la Huerta de los Bojes) y que se haga sustituyendo la obra supuestamente valiosa por otra de carpintería que tiene más de chiringuito que de invernadero: ¿a qué se dedican nuestros responsables de Patrimonio entre sueldo y sueldo?

El Bosque de Béjar merece más respeto que el demostrado por ambos arquitectos y por los responsables políticos y técnicos de la Administración: pagamos impuestos precisamente para que conserven nuestros Bienes Culturales, no para que los destruyan con sus ocurrencias y con su ineptitud. Y si con presupuestos limitados han conseguido este nivel de barbarie e ineficacia, imaginen lo que pueden destrozar con ese pregonado millón de euros de fondos europeos: peor que Atila.

Así pues, esta sarta de atentados contra el BIC tiene culpables y deben ser señalados públicamente ante la ciudadanía:

1. El alcalde de Béjar por promover obras presuntamente contrarias a la Ley.

2. Los arquitectos que redactaron los proyectos y han dirigido las obras por falta de garantías en la documentación y en la valoración de las condiciones del lugar, inadecuados e inconsistentes.

3. Los responsables de Patrimonio del Servicio Territorial de Cultura de Salamanca por admitir intervenciones presuntamente contrarias a la Ley.

4. El Director General de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León por permitir, en última instancia, intervenciones presuntamente contrarias a la Ley.

Ante la gravedad de los daños perpetrados en El Bosque sólo queda una opción: el inmediato desmantelamiento de lo ejecutado, con máximo aprovechamiento de sus materiales para otras obras, la restitución del lugar a su estado anterior y la redacción de proyectos acordes con la documentación y las características del BIC, elaborados por expertos en paisajismo y no por advenedizos. Y todo ello a costa de quienes han causado el daño y no de nuestro bolsillo.

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