Opinión

Pablo y Virginia se mueren de asco

  • Dos décadas para El Bosque de Béjar
  • // Autor: JOSÉ MUÑOZ DOMÍNGUEZ

Hoy, 18 de abril, se celebra el Día Internacional de los Monumentos y los Sitios Históricos, pero, como cada año por estas fechas, no hay nada que celebrar, tan sólo hacer recuento de la desolación y recordar la vigencia de aquellas palabras de Fernando Chueca Goitia: «En España, cuando no hay dinero, los monumentos se hunden solos. Cuando lo hay es peor, los estropeamos nosotros». Hace tiempo que a ese «nosotros» hay que sumar un nuevo agente en la destrucción sistemática de nuestro Patrimonio por acción, omisión o incluso propaganda: las administraciones públicas con expresas competencias en la materia.
A nuestros responsables del ramo les gustan mucho los webinars, las ruedas de prensa, los titulares, los fuegos fatuos, pero el Patrimonio se sigue pudriendo entre la miseria y el olvido (echen un vistazo a la Lista Roja de Hispania Nostra, El Bosque de Béjar incluido) y las arrogantes actuaciones «a la moderna»: o se pasan de guays o no llegan, no hay término medio. No se les pasa por la cabeza, por ejemplo, obrar con respeto por la historia y los valores artísticos de un legado de siglos, lo importante es dejar huella, la suya: «Aquí excretó estos hierros Fulanito siendo alcalde Menganito (o Menganita, alcaldesa)», «Esta chatarra fue inaugurada por Zutanito, Director General de Patrimonio». Propaganda y autobombo a costa del dinero público y al calor de sus palmeros, pero ninguna gestión eficaz.
La gestión de ese dinero de todos en la recuperación de El Bosque de Béjar tiene muchas más sombras que luces y acumula tremendos despropósitos en los últimos años, desvaríos que se apartan del respeto inicial y apuntan al ego desmesurado del arquitecto. El saldo –lo hemos repetido tantas veces– es mísero, raquítico, paupérrimo, con no pocas ejecuciones fallidas (verbigracia, ese estanque en el que se pierde más agua que antes de ser restaurado), verdaderas aberraciones en materia de jardinería (ese jardinillo de bar de carretera junto al Palacete, esos cuadritos ramplones, desalineados y desaliñados, esos bojes naufragando en el albero) y compromisos incumplidos en las últimas dos décadas (la correcta definición del BIC y su Entorno de Protección, la convocatoria del Consejo Asesor, el cumplimiento de la Ley y del Plan Director, la respuesta motivada, la obligada transparencia). Y, atentos, se avecinan tiempos peores si se ejecuta el proyecto ya aprobado para la terraza de la Huerta, como saben los lectores que hayan seguido las noticias publicadas por la PDBB.

Pero en este Día Internacional de los Monumentos y Sitios quiero referirme a un componente de nuestro Jardín Histórico que no pasa desapercibido por su discreto tamaño, sino por haber desaparecido literalmente: el grupo escultórico de Pablo y Virginia, o Fuente del Paraguas, destruido en julio de 2016 sin que se conozcan resultados de la investigación policial sobre las causas ni los causantes del desastre (foto 1). La pieza se parecía tanto a la del Parque Genovés de Cádiz –ya restaurada y sustituida por la réplica de Martín Lagares (fotos 2 y 3)– que podría ser del mismo autor, el escultor italiano Andrea Boni (1815-1874). Como tuve ocasión de contar en una charla ofrecida en la sala Bizarte en 2016, nuestra pequeña fuente fue instalada en el Jardín Romántico antes de 1935 (aunque posiblemente ya se encontraba allí una década antes), representaba un episodio de la novela de Jacques-Henri Bernardin de Saint-Pierre (Paul et Virginie, 1787) y tuvo muchas hermanas por todo el mundo, entre las mejores las de Boni y las del escultor francés Jules Visseaux (1854-1934). Hace un par de días un buen amigo me hizo llegar un artículo reciente sobre el tema, publicado por Clemente De Pablos Miguel en diciembre pasado («Pablo y Virginia: los niños del Pasaje Gutiérrez, Valladolid. Dos personajes literarios del siglo XIX», en Atticus, nº 10, 2020, pp. 122 a 129), en el que se muestran o se mencionan varias de estas versiones de Paul et Virginie, entre ellas la de El Bosque de Béjar, la del Parque Genovés de Cádiz y la del Pasaje Gutiérrez vallisoletano, objeto principal del artículo: los niños del paraguas volvían a estar de actualidad.

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El anterior Director General de Patrimonio Cultural –Enrique Saiz, de infausta memoria– se comprometió a restaurar la pieza de El Bosque en 2016. Nunca cumplió. Tampoco lo ha hecho su inmediato sucesor, Gumersindo Bueno, que ya empieza a sumar méritos para dejar peor gestión que la de Saiz, algo que parecía imposible.
Desde estas páginas invito al nuevo DGPC a darse un paseo por el Pasaje Gutiérrez de Valladolid, a tiro de piedra de su despacho, para disfrutar del grupo de Pablo y Virginia de Visseaux y acordarse del que tuvo El Bosque, el mismo que sigue hecho añicos por la modorra culpable de su predecesor y su propia inacción. Tampoco estaría mal que leyera el trabajo que sobre la restauración y réplica de la fuente gaditana ha publicado su promotor, el Ayuntamiento de Cádiz (AA. VV., Los niños del paraguas. Historia y restauración de un símbolo de Cádiz, 2020), y se ponga manos a la obra para recuperar El Bosque de Béjar como merece, Fuente del Paraguas incluida, sin las absurdas moderneces que ahora pretende perpetrar en la terraza de la Huerta.
Mientras tanto, en este Día Internacional de los Monumentos y Sitios Históricos, Pablo y Virginia siguen muriendo de asco.
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