Opinión

Béjar necesita un proyecto transversal

| ALBERTO SEGADE ILLÁN |

Hay, entre muchas otras, dos definiciones para el concepto de lo transversal. Desde el punto de vista de la filosofía, en primer lugar, la transversalidad o transversalismo es una corriente ideológica que defiende la renuncia a identificar sus ideas con el espectro político clásico basado en la distinción izquierda-derecha. Yo ampliaría este ámbito a las ideas religiosas a la situación social y a cualquier otra circunstancia que nos impida centrar nuestros esfuerzos en buscar soluciones ante la palpable decadencia de nuestra ciudad.

Por otra parte, desde una perspectiva analítica, lo transversal estudia la estructura de un problema en un momento dado. Lo cual es muy oportuno a la vista de la situación de caos y bloqueo en nuestro Ayuntamiento; donde los partidos `verticales´ se enzarzan en discusiones encarnizadas e interminables (en gran parte de las ocasiones sobre asuntos ideológicos que nada tienen que ver con los problemas de Béjar) y ningún proyecto sale adelante. No solo eso, sino que, además, la ciudadanía tiene que soportar muchas deficiencias en algunos servicios. Si analizamos la cuestión, a día de hoy, creo que todos estaremos de acuerdo en que esto no funciona y que, si seguimos haciendo lo mismo de siempre, nada cambiará.

Un proyecto transversal para sacar a nuestra ciudad de la unidad de cuidados paliativos, podría contar con la participación de muchas personas, con capacidad y voluntad de triunfar en el empeño, que nunca se apuntarían a una formación política, como las que, desde mi planteamiento, me atrevo a calificar como verticales. Ya que en este proyecto no se gastaría ni un segundo en discutir  sobre independencias, idiomas o cualquier otro tema, que siendo relevante a nivel estatal, no lo es en absoluto a nivel local. No tenemos tiempo que perder en nada que no tenga que ver de manera directa con enderezar el rumbo que, ahora mismo, parece estar, para nosotros, más que incierto.

De los poco más de doce mil habitantes de Béjar, solo el 14,5% son menores de 20 años (unos 1.700), ¿Cuántos de ellos y ellas seguirán residiendo aquí dentro de treinta años? ¿Qué estamos haciendo para que se queden y, a ser posible, vengan otros nuevos residentes? Si las respuestas son: muy pocos y nada, ya tenemos dos motivos para ser transversales.

¿Qué acciones hay previstas para el desarrollo de las energías alternativas en esta ciudad? ¿Qué proyectos existen para aprovechar nuestros recursos forestales? ¿Por qué Béjar, que atesora numerosos atractivos turísticos singulares y pertenece a una Reserva de la Biosfera, no es un destino turístico de relevancia? ¿Por qué la práctica totalidad del casco antiguo está prácticamente deshabitado y abandonado? ¿Por qué, teniendo un hospital, no parece que tengamos un hospital? ¿Por qué no sabemos en qué gastar las subvenciones que nos conceden? ¿Por qué llevamos veinticinco años sin saber qué hacer con El Bosque?…

No hace falta acumular más preguntas para encontrar una respuesta común: porque no hemos sido capaces de identificar las oportunidades que están a nuestro alcance y en los pocos casos en los que teníamos una tarea por hacer, no nos hemos puesto de acuerdo. El pensamiento vertical impide ver más allá de lo que nos permiten las ojeras ideológicas y no se comunica con otros pensamientos verticales que circulan en paralelo.

Por estas razones yo propongo un proyecto transversal. Es decir, una  asociación de personas que se comprometan a buscar soluciones para solventar los problemas que nos preocupan y trabajar para ello sin despistarse en cuestiones ajenas. Pienso que lo más oportuno es huir de cualquier  organización que reproduzca los esquemas verticales al uso en otras organizaciones, pero, al mismo tiempo será necesario dar una forma a esta idea que nos permita actuar en representación de la ciudadanía. Será una cuestión a discutir, no hay que olvidar que la base de la transversalidad es llegar a acuerdos tras una discusión constructiva, sin atender a otras razones que las que correspondan.

Dicho todo lo anterior, me  decido a publicar este texto, a modo de manifiesto, en la búsqueda de sumar adeptos y, quién sabe, de poner la primera piedra en un edificio que pueda albergar muchas generaciones de bejaranos.

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