Opinión

Es repugnante vernos exiliados y malviviendo

JOSÉ MATEOS MARISCAL | Emigrante español en Alemania

La presencia de inmigrantes presenta un doble desafío para nuestra sociedad. Desafío a la democracia, a la salud de un sistema que tiene como bandera la igualdad y que no puede alimentarse de injusticias y discriminaciones por razón de etnia o procedencia. Y un desafío a nuestra esperanza de construir un mundo mejor.

La emigración es el recurso más antiguo contra la pobreza. Escoge a aquellos que más ayuda necesitan. Es buena para el país de destino y ayuda a romper el equilibrio que sostiene la pobreza en los países de origen. ¿Qué tipo de perversidad reside en el alma humana, que provoca el rechazo de la gente a un bien tan evidente?

Yo trabajaba de autónomo con mi empresa de estructuras metálicas en España como todo se iba para abajo en 2008 se fue también mi empresa y nos quedamos sin trabajo, desahucio tras desahucio. Ya no podía mantener a mi esposa y a mis hijos y yo tenía que hacer algo. En España después de la crisis inmobiliaria solo tenia voluntariados o trabajos basura. En España mi familia no teníamos dinero para sobrevivir. La gente pasa el día pensando lo que va a comer y cenar, no puede pensar más allá de eso. En cambio, si tienes dinero en España vives igual que un rey. Tienes todo lo que necesitas y todo el mundo habla bien de ti. Pero mi familia no tenía dinero. Son los problemas de la vida que me llevaron a salir de mi país. Empezamos a hacer cosas que no iban a ninguna parte hasta que se me ocurrió emigrar a Alemania a trabajar en una fábrica de máquinas para la industria cárnica. Me pagaban 5€ la hora de soldador lo que no permitía sacarnos del apuro. Llegamos a Alemania, todos asustados. Yo me dije: no me quedo, me vuelvo a España. Pero en el viaje de vuelta mi familia me empujaron a quedarme- Tenían miedo y nos costó entonces casi un año adaptarnos al nuevo país.

Tenía mucha ilusión, pero cuando conseguí mi primer trabajo, como soldador, me di cuenta de que la realidad era más difícil de lo que había imaginado.

Ganaba menos que en España y tenía que trabajar duro soldado tuercas y arandelas, recuerdo de aquellos primeros meses en los que, además, debía pedir ayuda para entender las órdenes del jefe, que hablaba alemán. Yo recién llegado ni una palabra entendía. No creáis que todo es de color de rosa ya que llegamos sin saber nada sobre la lengua ni cultura. Durante un tiempo progreso dentro de la fábrica donde trabajaba. Pero al no tener la cualificación del trabajo adecuada me impidió buscar un trabajo mejor remunerado fuera de esa fábrica.

Uno de los miedos y temores con los que nos enfrentamos los emigrantes es el de la ilegalidad, la inseguridad en el trabajo y la supervivencia. Como denominador común, presidiendo todos ellos, tenemos el temor de no saber expresar nuestros deseos y nuestros sentimientos, tanto en el ambiente de trabajo como en otros órdenes de la vida.

El desconocimiento del idioma es para nosotros un problema mayor a la hora de salir y relacionarnos, un problema difícil de resolver en solitario. Se expresa con la palabra «fatal» la situación de locura que se vive ante la impotencia de no saber qué hacer cuando no se entiende y no se sabe hablar.

A nadie sorprenderá que me identifique, e incluso que me sienta cómplice de exiliados, emigrantes, refugiados gente que busca una nueva vida lejos de su lugar de origen. El camarero salvadoreño en un restaurante de Los Ángeles, el tendero paquistaní en el norte de Inglaterra, el albañil senegalés en una obra de París, yo soy el basurero español en Alemania, todos merecemos respeto: cada uno de nosotros ha realizado un viaje personal extraordinario para llegar a donde estamos cada uno ha contribuido a la reorganización de la humanidad, cada uno es parte implícita de nuestra propia historia.

Muy poca gente abandona sus raíces por gusto. La mayoría nos vemos obligados a convertirnos en emigrantes, refugiados o exiliados por fuerzas que no podemos controlar, por pobreza, la represión o las guerras. Huyendo con las escasas pertenencias que somos capaces de acarrear y nos ponemos en marcha como podemos , a bordo de barcos desvencijados, en trenes abarrotados, apretujados en camiones o a pie. Viajamos solos, en familia o en grupos. Algunos sabemos adónde vamos y confiamos en que nos espera una vida mejor. Otros se limitan a huir, satisfechos con estar vivos. Muchos de ellos no llegan con vida a sus destino.

Creo en mí mismo y quiero tener mis propias cosas. Quiero vivir la vida según me la he currado y pensando Para mí siempre hay que estar positivo y luchar por lo que uno quiere. Hay que luchar, afrontar la vida y buscar caminos a los problemas porque siempre hay solución.

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