Opinión

La cara oculta de la emigración

JOSÉ MATEOS MARISCAL | Emigrante español en Alemania

Un fantasma recorre Europa: el fantasma de la Emigración, de la Emigración desesperada, ya no solo de hambrientos sino de miles y miles de personas que huyen de las guerras que los propios interese europeos, juntos a los de su socio estadounidense, han decidido organizar, alentar, financiar y propiciar en esas naciones.

La emergencia sanitaria por el COVID-19 nos a golpeado a los migrantes. La situación para nuestro grupos de personas se complica más, ya que nos enfrentamos dificultades para acceder a un empleo que nos garantice el acceso a servicios médicos y sanitarios.

Nuestra situación de vulnerabilidad se vuelve más compleja. Por un lado se encuentran quienes deben regresar a sus hogares en países de ingresos bajos y medianos, donde los mercados laborales están frágiles a causa de la crisis por el coronavirus, mientras que otros nos encontramos varados en las naciones de acogida, sin acceso a la protección social y con poco dinero para costear nuestra alimentación o alojamiento.

Nosotros los emigrantes somos humanos, somos vecinos, somos familias, somos personas que vuestros hijos conocen de la escuela. Nos vemos afectados de la misma manera en que todos nos vemos afectados por esta emergencia de salud pública. Y creemos que el mensaje más importante es tratar a las personas con dignidad y recordar que el pleno respeto por nuestros derechos humanos.

No se puede esperar que las personas vivamos en un estado de incertidumbre durante años, sin la posibilidad de volver a casa, ni la esperanza de construir un futuro donde estemos. Necesitamos una actitud nueva y más receptiva hacia todas las personas desplazadas.

Esta situación se nos agravado en la crisis del Covid-19 por el cierre de fronteras que nos dejó en el limbo a los migrantes, ya que no se pensó en nuestras necesidades específicas y con ello nuestra población a quedado en la indefensión.

Nosotros somos personas migrantes y nuestras familias nos vemos expuestos a más vulnerabilidad y vulneración de nuestros derechos por cuanto principalmente accedemos a tipos de empleo temporales, precarios e informales que nos condiciona a no poder dejar de trabajar para recibir una remuneración, de la cual depende nuestra familia.

Las migraciones son fenómenos recurrentes en la historia, pues obedecen al instinto de supervivencia, de buscar mejores días y muchas veces son un viaje sin retorno.

Cuando se bucea en la historia de los pueblos de España siempre se encuentran valientes emigrantes que se marcharon a buscar una nueva vida en Canadá, Estados Unidos, Alemania o Francia, donde había desde quienes hacían la vendimia y volvían, a los que se quedaron en los años 60. La evolución económica nos ha llevado en el siglo XXI a seguir enviando emigrantes a esos mismos países. La juventud española se marcha en éxodo a otros países de la Unión Europea debido a la precariedad poco importa la realidad. En época de banderas en balcones y arengas alabando lo “grandioso” que fue el Imperio Español, mandan los bulos: falsas infografías y vídeos con datos inventados para meter miedo a una población con un orgullo patrio fácil de ofender. Así, de una manera algo simplificada, nacen las falsas concepciones que tenemos sobre España, sus habitantes y su emigración.

De esta manera, decir que España se ha convertido en un país de emigrantes desde el 2008 resulta polémico a pesar de que los datos actuales y de nuestra historia reciente lo avalen, con la crisis del coronavirus el éxodo.

La juventud se marcha en éxodo a otros países de la Unión Europea debido a la precariedad y la segunda tasa de paro juvenil más alta de la UE. Hay que reconocer que en Europa en general resurgen el racismo y la xenofobia, la intolerancia, el antisemitismo y un mal que se da entorno a las oleadas de inmigrantes: el etnocentrismo, la prepotencia cultural.

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