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Editorial 514 | Para lo que me queda en el convento…

  • El epitafio de Béjar

Lo que estamos presenciando en nuestro ayuntamiento no es gestión, es un acto de sabotaje. Con la espada de una moción de censura pendiendo sobre sus cabezas, el equipo de gobierno PP-VOX ha adoptado la filosofía más cínica y destructiva posible: «Para lo que me queda en el convento, me cago dentro». Y lo peor es que somos nosotros, los ciudadanos de Béjar, quienes pagamos las consecuencias de esta bajeza.

Sin ir más lejos, Olga García (N/A) denunciaba esta actitud por parte de Purificación Pozo (Vox) al asegurar que, durante una comisión informativa, «la única información que ha recibido la oposición ha sido por parte de la señora Pozo, alguna cosita de cultura, y respecto a la V7 de la estación de esquí nos dice con sorna que hay cosas que están en mal estado, que cuesta bastante dinero y, que pongamos atención por si entramos a gobernar».

Este no es un grito de alarma; es un rugido de indignación. La expresión ‘nefasta’ se queda corta. Es una administración negligente, indolente y, francamente, vergonzosa. Cada decisión, o la ausencia de ella, parece diseñada para dejar a Béjar en un estado más lamentable del que ya estaba. ¿Dónde están los proyectos prometidos? ¿Dónde la visión de futuro para nuestra maltrecha ciudad? Solo encontramos promesas vacías y una parálisis que ahoga cualquier atisbo de progreso.

El equipo de gobierno actual ha fallado en sus deberes más básicos con una actitud de desprecio absoluto hacia los bejaranos. Se comportan como si el ayuntamiento fuera su cortijo particular, una propiedad de la que pueden abusar impunemente antes de que les echen.

Es ineptitud y una burla descarada. Es una falta de respeto intolerable hacia cada vecino, cada comerciante, cada familia que aún resiste en Béjar. Vemos cómo proyectos vitales se estancan, cómo las oportunidades se esfuman, y cómo nuestra ciudad se arrastra en la inercia, mientras ellos, desde sus despachos, parecen regocijarse en el caos que generan. La única ‘gestión’ que parece interesarles es la de sus propios intereses y la de dejar una herencia de problemas a quienquiera que les suceda.

La posible moción de censura no es solo una amenaza para ellos; es la última esperanza para Béjar. Es la oportunidad de sacudirnos esta losa de incompetencia y arrogancia que nos está asfixiando. Es hora de exigir responsabilidad, de pedir cuentas a quienes han convertido la administración pública en un campo de juegos para su desidia.

No podemos permitir que este «para lo que me queda en el convento…» se convierta en el epitafio de Béjar. Es hora de que cada bejarano entienda que la pasividad es complicidad y de exigir un liderazgo que no se preocupe únicamente por las migajas que puedan rascar antes de su inevitable salida.